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La verdad sobre la Lectura Rápida

Seguro que alguna vez has oído hablar de la Lectura Rápida. Puede que bien (incluso puede que alguien te haya contado que ha obtenido resultados verdaderamente sorprendentes) o puede que mal.


Es conocida la anécdota de Woody Allen, quien después de haber asistido a un curso de Lectura Rápida dijo: “Ya leí La guerra y la paz, de León Tolstoi. Trata de la invasión de Napoleón a Rusia”. No sé a qué tipo de curso asistió Woody Allen, ni qué técnicas aprendió (como veremos hay para todos los gustos). Lo que está claro es que ese desafortunado comentario ha provocado que mucha gente tenga una idea completamente falsa de la Lectura Rápida, y es una pena.

Luego, para colmo, están los miles de páginas en internet, los “libros” descargables sobre Lectura Rápida (más nocivos aún que Woody Allen) y los artículos de personas que opinan sobre este tema sin haber trabajado la Lectura Rápida con profundidad ni con tiempo suficiente como para saber de qué están hablando, por lo que mezclan conceptos que nada tienen que ver y confunden a los lectores.

Entonces:

¿Qué es la Lectura Rápida en realidad?

¿Cuáles son los resultados reales que pueden esperarse?

¿Qué tiene que ver la “fotolectura” y en qué consiste?

Hablamos de Lectura Rápida cuando una persona llega a leer, con su velocidad de lectura normal, es decir, que no puede leer más despacio sin perder en disfrute, cerca de mil palabras por minuto, con excelente comprensión y con excelente retención. Pero veamos qué es esto, ya que los autores de los diferentes métodos que están en el mercado no se ponen de acuerdo.

Primero: la velocidad

Una persona adulta con hábito de lectura lee entre 200 y 300 p.p.m. (palabras por minuto). En este tipo de lectura tradicional los ojos se mueven dando saltos de palabra en palabra, por lo que la persona puede leer todo lo rápido que le permiten esos “saltos”.

Los entrenamientos visuales de Lectura Rápida consisten en entrenar a los ojos para que de cada golpe de vista capten las ideas completas, y no las palabras (sin regresiones ni subvocalización). Para ello se aprenden técnicas como las metaguías, incluso hay programas informáticos que consiguen buenos resultados.

Segundo: la comprensión

Aquí es donde las cosas empiezan a trabarse. La mayoría de los autores se refieren a la comprensión como “entender las palabras”. Y ese es un enfoque a todas luces equivocado, ya que podemos entender las palabras de un texto y no haber comprendido las ideas que nos quiere transmitir el autor. Por otra parte, los métodos habituales miden la comprensión con cinco preguntas que se le hacen al texto. Cada pregunta cuenta un 20% de comprensión… sin comentarios. Una vez más, comprender un texto significa captar toda su estructura de contenido, sus ideas principales y las ideas secundarias que amplían las ideas principales. Y esto nada tiene que ver con contestar a cinco preguntas sobre el texto.

Tercero: la retención

Los métodos que combinan las técnicas de memoria con las de Lectura Rápida, dicen que hay que seleccionar palabras clave del texto (una por párrafo normalmente) y enlazarlas con procedimientos de memoria como las técnicas de enlace, o de localización… Una vez más, la selección de la palabra clave no garantiza que hayamos captado la idea principal ni que sepamos desarrollar la información luego adecuadamente…

¿Y entonces, cuál es la clave?

En este puzzle falta una pieza de la que nadie habla. En ningún libro, en ningún curso… y es una pieza esencial. Una pieza que garantiza la comprensión del texto, la retención a largo plazo y que cambia sustancialmente el modo en que se “mueven” los ojos: la lectura estructural. Cada una de las ocho estructuras de la información de las que hablamos continuamente en nuestras conferencias, vídeos y cursos se lee de una manera diferente, ya que tiene su propia estructura interna de funcionamiento. Y hay que aprenderlas a leer por separado primero para poder llegar a leer textos complejos, en las que aparecen mezcladas. Insistimos: estas ocho estructuras se leen de manera diferente y se memorizan de manera diferente.

¿Y qué tiene que ver la fotolectura?

La fotolectura es un sistema que pretende aprovechar la capacidad que todos tenemos para aprender de manera inconsciente. Consta, en principio, de tres fases fundamentales que son la prelectura, el trabajo con el “fotofoco” y la activación. Es un sistema controvertido, con el que no hemos tenido resultados convincentes (todo hay que decirlo), pero que quizás podamos utilizar, al menos parcialmente, en alguna fase de la lectura, sobre todo si dejamos de buscar las famosas "palabras clave" e incorporamos la pieza del puzzle que le falta, una vez más, también a este método: la lectura estructural.

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